Uno de los juguetes más recordados por las generaciones de actuales treintaytantos, e ícono absoluto de la cultura pop ochentera, cumple tres décadas de vida. Y aún sigue encantando con sus hipnóticas secuencias de tonos y colores. Rewind. Corría 1978. En pleno Studio 54, acaso el boliche más popular y glamorosa de la vida nocturna neoyorquina de los setentas, se lanzaba un nuevo y revolucionario juguete: el Simon. Fabricado por la juguetera norteamericana Milton-Bradley, el aparatito electrónico constaba de cuatro grandes botones de colores y tonos los cuales había que ir apretando, de acuerdo a una secuencia encadenada cada vez más larga de seguir. La simpleza de su jugabilidad, además de lo notorio y colorinche de su diseño lo transformaron en un favorito para grandes y chicos. En su época, costaba 24.95 dólares. Fue grito y plata y se vendieron millones de unidades en todo el mundo. Incluido Chile.
Inventado por el legendario Ralph Baer, también responsable de la consola Magnavox y uno de los padres de los videojuegos en nuestros televisores, su inspiración vino nada menos que desde Atari y su producto Touch Me, de 1974, muy similar, pero que poca fanfarria tuvo en el mercado. Hoy, Simon sigue estando disponible en jugueterías de todo el mundo a través de Hasbro.
Trivia: el eslogan original del juego era “Simon es un computador, Simon tiene cerebro; o haces lo que Simon manda, o te irás al basurero”. Aunque Ud. no lo crea.
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